menciona de paso que Jesucristo es nuestro «Sumo Sacerdote» (p.ej. 2:17). Posteriormente desarrolla esta idea más ampliamente en toda la sección central de la Epístola (capítulos 5 a 10). Algo así ocurre también con el tema de la fe. En los primeros capítulos casi no ha habido mención de él. Es cierto que uno de los énfasis del autor a lo largo de la Epístola ha sido el peligro de la incredulidad y, naturalmente, no se puede hablar de la incredulidad sin hablar implícitamente de la fe, pero sólo
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